Los dichos de Keiko Fujimori en la Universidad de Harvard siguen dando que hablar. No hay analista político que se haya eximido de opinar al respecto. Los hay recelosos, indulgentes y hasta entusiastas. Me ha dado gracia leer a uno de ellos, Marco Sifuentes, reclamando a los antifujimoristas del 2015 por no creerle a Keiko. Dice que la cuestionan “con argumentos histéricos que se quedan en un pasado que se está dejando atrás”. Faltaba más.
Pero, a ver. Dejemos de lado eso de argumentos histéricos porque se trata del tipo de expresiones que le restan seriedad al debate y muchas veces se usan para, precisamente, descalificando al otro, entorpecerlo, ¿a qué se refiere con “un pasado que se está dejando atrás”?
Salomón Lerner Febres, en el mismo diario y en la misma página (“La República”, pág. 5), pero dos días después (9 oct.) de publicado el artículo de Sifuentes (7 oct.), indica “sería ideal para el país que el fujimorismo deje verdaderamente de lado un pasado que lo compromete con la autocracia, la corrupción y la violación de los derechos humanos”. También lo creo.
¿Es ese pasado el que Sifuentes y otros creen que se está dejando atrás?. Lo digo de corazón, ojalá. Pero no me parece. Lo empezaría a considerar si, además de decir que el trabajo de la CVR ha sido positivo para el país, la señora Fujimori ofreciera disculpas a las víctimas de los crímenes cometidos por su padre, tal y como concluyó el Informe Final de la CVR y posteriormente ratificó el Poder Judicial.
Y esto que afirmo no vale solo para la candidata que lidera las encuestas. El mismo desdén hacia los derechos humanos y la democracia, que sostengo caracterizan al fujimorismo, manifiestan varios otros que aspiran gobernar. ¿Cuál es ese pasado que se está dejando atrás?
El tema, entonces, no se reduce a la credibilidad de Keiko Fujimori. De hecho creo que las personas pueden cambiar. Dice una amiga psicóloga que solo se trata de modificar ciertos comportamientos y empezar a hacer lo contrario de lo que venías haciendo. Implicaría, por ejemplo, cambiar tu entorno. Los borrachos que quieren dejar de serlo se alejan de quienes persisten en el consumo excesivo de alcohol. Entendiéndolo así, hay mucha gente de la que Keiko tendría que apartarse.
Habrá que ver, entonces. El problema no es que digas, el problema es lo que callas, dice la canción de Ricardo Arjona. Si algunos creen ver en el supuesto viraje de Keiko Fujimori reinvención, evolución ideológica y recambio generacional, están en su derecho. Tengo dudas y son más que razonables. Pero luego de todo el alboroto provocado yo le diría a Keiko, interpretando otra vez a Arjona, el problema no es que mientas, el problema es que te crean.