Jans Cavero
La izquierda en el Perú no aprende de sus errores ni de la experiencia vivida. Asistirá dividida a las elecciones generales de 2016. Yehude Simon y Rosa Mavila por un lado; Gregorio Santos y el MAS, por el suyo; y el Frente Amplio, por otro lado. Esto demuestra que su talón de Aquiles sigue siendo la falta de compromiso real con la unidad de todas sus fuerzas, no habiendo coherencia entre su discurso y la práctica concreta. Ya ni hablemos de Villarán, Huároc, y de quienes han destruido su vida política. El resultado, como es evidente, será otra derrota electoral.
Salvo que ocurra una volatilidad electoral extraordinaria, el grupo de izquierda que tendría mayor votación, el Frente Amplio, disputaría el 5to, 6to o 7mo lugar, y con algo de suerte formaría un grupo parlamentario. Sin embargo, Democracia Directa, bajo la candidatura de Gregorio Santos, podría arrebatarle el protagonismo si es que los fonavistas sufragan en masa y en una sola dirección y el magisterio, mayoritaria y disciplinadamente, se moviliza en favor de “Goyo”. Al fin y al cabo, el MAS tiene ganado un gobierno regional en 2 periodos electorales consecutivos y Patria Roja tiene cierta ventaja cuantitativa, más no cualitativa, respecto a los demás grupos de izquierda.
Pero, ¿por qué la unidad es aún una utopía? Por varias razones concurrentes. La fundamental, desde mi perspectiva, es el surgimiento de un discurso dogmático, sectario, puritano, en jóvenes y viejos, que impide el hermanamiento de todos. Se trata del discurso anti izquierda tradicional e histórica, discurso sumamente peligroso que tiende a infravalorar el pasado utilizando el pretexto de la renovación partidaria. Como la izquierda ya no representa el 30% del país, los “nuevos” creen que tendrán aceptación social destruyendo lo tradicional, marcando distancia con la vieja guardia, deslindando con los históricos y apelando a pragmatismos poco convincentes.
Casualmente uno de los voceros de este discurso es Marco Arana, dueño de la inscripción legal del Frente Amplio. Este frente vetó inicialmente la unidad utilizando como pretexto la presencia de Yehude Simon. Cuando éste abandonó el barco llevándose la inscripción del Movimiento Humanista, el FA nuevamente impidió la unidad vetando a Alcántara, cabeza de los fonavistas. Con tanto veto practicado se exacerba la polarización, se subjetivan las diferencias, se generan nuevas rencillas, y en este escenario es imposible cualquier unidad, más aún si se mira la paja en el ojo ajeno.
¿Hubo elecciones primarias para elegir al candidato presidencial del Frente Amplio? Sí. Sin embargo, la candidatura de Arana a la primera vicepresidencia fue impuesta por el Frente Amplio, obviando la consulta abierta a la ciudadanía. Es posible que Tierra y Libertad pida el N° 1 para Arana en la lista congresal por Cajamarca y que los integrantes del frente que fueron derrotados en las primarias reclamen puestos privilegiados en las listas congresales. Por lo tanto, la democracia interna es relativa y discrepo de quienes piensan que Tierra y Libertad no impone en el FA.
En época no electoral la izquierda se dispersa en varios grupos, cada uno realizando sus actividades partidarias propias: Congresos nacionales, encuentros programáticos, comisiones políticas, comités ejecutivos nacionales y regionales, incidencia política, manifiestos, pronunciamiento, comisiones temáticas, etc. No hay un gesto serio y maduro de unidad. En época electoral, en cambio, la unidad se convierte en el eje central del discurso político partidario y en una necesidad de supervivencia, lo que significa que la izquierda se ha vuelto electorera.
Asistir a un proceso electoral sin recursos significativos, sin cuadros y liderazgos consolidados, con intereses personalistas y de grupo, con un afán de figuración de algunos militantes, sin articulación sólida con el movimiento popular, sin candidatos con trayectoria, es prácticamente un suicidio, una pérdida de tiempo y recursos escasos, y un desgaste de sus propios candidatos.
Ingenuamente se suele pensar que el no participar en elecciones te aísla o te margina políticamente, pues no se tiene presencia en la coyuntura. Pero, ¿Qué ha capitalizado la izquierda con tanta participación electoral los últimos 15 años?, ¿cuántos militantes ha reclutado cada grupo después de una experiencia electoral?, ¿cuántos municipios modelo tiene la izquierda?, ¿cuántos alcaldes reelegidos o gobernadores regionales de izquierda tiene el país? Honestamente, pienso que la participación electoral improvisada, forzada, e impuesta, ha desgastado a la izquierda.
Por otro lado, creer que el candidato presidencial debe ser el famoso, el adinerado, la cara bonita, o el mediático, es un pragmatismo que, al parecer, la izquierda ha heredado de la derecha. Claro, la derecha nunca pierde, pues aunque no gane una elección gobierna el Perú a través de la CONFIEP, la SNI, los medios de comunicación aliados, y al amparo del modelo económico imperante.
Quien es de izquierda y no reconoce estos errores gravísimos no es sincero(a) consigo mismo(a) y no contribuye a que la izquierda supere la crisis profunda en la que se encuentra.