SOMOS UN PUEBLO EGOÍSTA Y COBARDE EN LA ACTUALIDAD
Ing. Mario Canales Jerí
Desde que somos pequeños nos enseñan que el bien común es prioritario sobre el bienestar individual.
Sin embargo; hoy nuestra triste realidad es diferente, nos hemos despersonalizado.
Vivimos una indolencia cómplice con el Gobernante de turno.
Hemos perdido la identidad y la solidaridad del bien común.
Lo único que nos importa es lo que nos pase a cada uno, sin importar un comino lo que les pase a los demás.
Antes éramos capaces de dar nuestra vida por defender una injusticia cometida contra cualquier ciudadano.
Hoy, con nuestro cobarde silencio de no protestar, dejamos que cada día se lesione a alguien nuevo y dejamos que esto ocurra mientras lo mismo no nos ocurra.
Ahora por el miedo a que nos enjuicien o nos metan presos, dejamos que se perpetúen las más grandes injusticias contra cualquiera.
Nos quedamos apáticos, indolentes y sin protestar.
Nos quedamos en silencio y sin reclamar a pesar que diariamente vemos con pruebas irrefutables como arremeten contra cualquiera y la desvergonzada manera cómo nos roban.
Nos hemos convertido en un pueblo egoísta y cobarde.
Egoísta porque nos aferramos a la falsa convicción de que mientras no nos toque a nosotros, es mejor no protestar por lo que le pasa a los demás.
Es como si cada día creyéramos en la mentira que inventamos para convencernos que lo único que debemos proteger es lo nuestro, mientras que no nos debe importar la injusticia que se está cometiendo con los demás.
Vivimos en un país donde las ilegalidades se hacen legales.
Se lo hace mediante la instalación de procesos judiciales que violan todas las normas constitucionales.
Con esto se hace legal lo ilegal y se le da un rostro democrático a un autoritarismo basado en el respaldo de la mayoría popular.
En realidad este falso respaldo popular se basa en la permisividad que la mayoría popular permite por la cobardía y el miedo expresado a través de su silencio.
Nos han convertido en un atado de borregos.
Sumisamente marchamos por donde nos quieran llevar.
Nuestro pueblo se siente agradecido por las dádivas que le tiran y le permiten comer sin trabajar.
Nos inclinamos sumisos con la cabeza agachada frente a la tiranía y la pillería que nos imponen.
Con nuestro silencio cómplice lo permitimos.
El pueblo no reacciona por miedo o por no perder la limosna vergonzosa de un bono solidario, que ofende porque lo pone de rodillas.
Somos pordioseros a los que han convencido que tenemos la suerte de recibir este beneficio. Por el privilegio de recibir esta dádiva defenderemos a quién nos la regala.
Lo que no comprendemos es que este gesto de desprendimiento es una insignificancia si lo comparamos con la cantidad de dinero que nos roban delante de nuestras narices.
El pueblo ha cambiado.
Ahora es feliz al extender su mano y recibir algunas monedas.
Somos un pueblo cobarde porque es tan grande el miedo de que nos metan preso o nos quiten lo que tenemos, que callamos.
No reaccionamos ni decimos nada.
Con esta apatía silenciosa somos cómplices porque permitimos que la ilegalidad se legalice y lo que nos roban nadie lo juzga, ni lo reclama.
Mientras nuestro pueblo reciba pan y limosna, no reaccionará con la rebeldía que ha perdido.
La indiferencia popular ante los hechos, se ha volcado en la ilusión que el pueblo tiene hoy por la Región Ayacucho.
Sí; parece increíble lo que digo, pero la gente ha abandonado su aguerrida protesta por las calles.
A nadie le interesa que nos roben; peor que se cometan las injusticias que vemos.
Creemos que no importa lo que pase mientras no nos toque, a pesar de que para nuestros adentros odiemos al que abusa del poder para eternizarse en el poder.
El alimento del corrupto es el silencio del cobarde…