Jans Cavero
Los resultados electorales 2016 ubican al Frente Amplio como la tercera fuerza política más votada del país, contando con el 18.80% del total de votos emitidos. A nivel congresal, el Frente Amplio obtendrá un promedio de 20 congresistas, lo que supone una representación parlamentaria no vista durante los últimos 30 años. Surge entonces la pregunta: ¿Se trata del resurgimiento y consolidación de la izquierda? O, por el contrario, estamos ante la presencia de una burbuja, una suerte conferida por la exclusión de 2 candidatos.
La respuesta resulta bastante prematura, siendo lo más atinado sostener que la acción política de la izquierda durante los próximos años y los resultados que arrojen las elecciones regionales y locales del 2018, serán los mejores indicadores que permitan medir y evaluar su desempeño. Ciertamente, espero que se trate de un auténtico resurgimiento, pues nada mejor para el país sería que la izquierda, por vez primera, asuma el gobierno nacional al cumplirse los 200 años de la declaración de independencia.
Este resurgimiento, sin embargo, presupone una serie de premisas que deben cumplirse. Lo primero que debe aclararse es que la izquierda es mucho más que el Frente Amplio. Por esta razón, Verónika Mendoza, hoy por hoy, está en condiciones de encabezar la constitución de un gran frente nacional unitario que comprenda no solo a militantes sino también a ciudadanos no partidarizados. Ello incluye la concurrencia de Cerrón, Santos, Villarán, Simon, Tejada, y todos aquellos que, habiendo tenido errores, se sienten parte de un gran proyecto político nacional. No más vetos en la izquierda; tampoco sectarismos y hegemonismos que han destruido todo intento de unidad.
Este gran frente nacional supone una dirección colegiada, representativa, democrática y descentralizada. Lima no puede seguir decidiendo por las regiones, y aunque su tamaño es determinante en términos de representación, se requiere que las regiones cuenten con la autonomía necesaria para organizarse y tomar decisiones políticas. No hay que perder de vista que de los 20 parlamentarios del Frente Amplio, sólo 3 representan a Lima.
Teniendo organización, el escenario es propicio para la acción e incidencia política. Esto supone ir más allá de la fiscalización y control de los actos de gobierno. La articulación del frente con las organizaciones sociales, gremiales y sindicales, resulta clave para acumular. La identificación de los líderes con el movimiento popular, la bajada a bases, asumir posición respecto a las políticas públicas, son tareas impostergables durante los próximos años. En cualquier caso, se trata de acciones concretas y no de discursos protocolares.
Los académicos, líderes de opinión, famosos, profesionales reputados, profesores destacados, deben sumarse orgánicamente al frente nacional. La participación de éstos tan solo en época electoral no ayuda mucho. Zapata, Manrique, Sinesio, Campodónico, Gustavo Bueno, Mónica Sánchez, etc., deberían incorporarse de manera más activa. La renovación es importante, pero cuidado: La elección de Quintanilla en Puno demuestra que la renovación basada en un tema estrictamente cronológico suele ser, a veces, majadería pura de imberbes con aires de revolucionarios.
Finalmente, el desempeño de la bancada parlamentaria será capital para el posicionamiento político de la izquierda. Mulder, Quesquén y Del Castillo, no pueden ganarle a la bancada en el debate congresal, ya sea en el Pleno, en las comisiones ordinarias, o en cualquier comisión investigadora. Todo dependerá del nivel que tengan los asesores de bancada, los asesores de despacho, y del liderazgo que ejerza el portavoz parlamentario. Caso contrario, la fragmentación, la anarquía política, el transfuguismo, y el pobre papel de alguno de sus miembros, son posibilidades latentes.
La izquierda no puede quejarse: Tiene financiamiento, presencia mediática, voluntad política, y -por ahora- un liderazgo nacional. La meta, al 2018, previo a las elecciones generales del bicentenario, debe ser la conquista de 5 gobiernos regionales, como mínimo, y 60 municipios provinciales. ¡Sí se puede!.