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Raúl Vegas Morales
Las elecciones del 26 de enero son una incógnita para el país. Con una clase política que ha perdido credibilidad ante la ciudadanía y los escándalos por corrupción que a diario alimentan a los medios de comunicación es difícil saber quién es quién en política, más difícil aún saber si hay honradez en las promesas de candidato o son sólo eso, promesas.
El fiasco que significó el congreso defenestrado incrementa la indiferencia ciudadana y la suspicacia de los electores respecto a quienes aspiran a ser sus representantes, más si se escucha a algunos aspirantes realizando su campaña. Muchos muestran una ignorancia crasa respecto a la labor congresal.
Quizás eso no sea lo peor. En la vitrina hay candidatos que ya gestionaron con el estado de manera desastrosa. En Ayacucho tenemos ex alcaldes cuestionados por incapacidad, periodistas que enriquecieron vendiendo sus editoriales para defender la corrupción, asesores de corruptos, ex funcionarios de los que no se conoce resultados positivos pero que quieren representarnos en el parlamento.
Es cierto que todos están en su derecho a postular, pero ¿Quién los ha filtrado? Y aquí nuevamente mi cuestionamiento a las agrupaciones políticas que no evalúan la calidad de los aspirantes, todo indica que sólo tienen en cuenta la posición económica, y eso es un peligro. No han llegado a escarmentar con lo que ocurre en los partidos nacionales acusados de organizaciones delictivas y lavado de activos.
Luego culpan al pueblo por votar repitiendo que es el pueblo quien elige, acusan de ignorancia a la sociedad repitiendo la frase de Eclesiástico (de los libros apócrifos de la Biblia), que sugiere “cada pueblo tiene el representante que merece”, cuando los partidos políticos no han hecho el mínimo esfuerzo por presentar representantes dignos a los que se pueda elegir.
La delincuencia está siempre atenta para treparse al tren de la política, fabrica sus propios candidatos, tuerce la voluntad popular en la pretensión asumir los más altos cargos. Mario Puzo cuenta en “El Padrino” que la máxima aspiración del jefe de la mafia, Vito Corleone, era que sus nietos sean el diputado Corleone, Senador o presidente Corleone. Es que la mafia no sólo trabaja por dinero, busca principalmente poder.
Las actuales elecciones son atípicas por lo corto del período, pero eso no importa mucho cuando se busca poder, dinero o impunidad que en caso de la política van de la mano. Por ello, los electores debemos estar atentos ante toda apertura democrática para evitar que por esos resquicios se filtre la incapacidad, la impunidad o la delincuencia descarada.