Raúl Vegas Morales
Con la boca hecha agua y aspiración inusual, el congreso eligió su nueva junta directiva. El escalón pretendido, planificado y dibujado salta de la presidencia del congreso a la presidencia de la República. Es que el gobierno de Castillo se va hundiendo mientras los interesados, incluidos sus “aliados” de Perú Libre, siguen haciendo agujeros en la tambaleante barca. Poco espacio queda para mantenerse a flote.
A un año de gobierno, reconozcamos que Castillo no dio talla, no fue el estadista de izquierda esperado. De liderazgo nulo, solo mostró algunos chispazos como la segunda reforma agraria que no pasó de palabras. En lugar de presentar un programa de gobierno de consenso que eventualmente podrían haber apoyado los parlamentarios demócratas, insistió en victimizarse para cubrir la inoperancia de su gestión. De otro lado acumuló una andanada de acusaciones que no puede aclarar.
Cierto que desde antes que inicie su gestión ya las fuerzas opositoras de ultraderecha habían tomado cuerpo para obstruir cualquier avance, pero nadie dijo que para un gobierno llamado de izquierda el camino iba a estar libre de piedras. Quien es de izquierda en el Perú debe saber nadar contra la corriente, es una obligación que impone toda pretensión de cambio. Lástima que Castillo haya sido solo un calichín para los profesionales en copar y controlar el estado.
La obstrucción del parlamento no justifica la estupidez del presidente, los nombramientos de ministros y funcionarios de primer nivel sin el perfil adecuado hizo del Consejo de Ministros una ruleta y de la Administración Pública un truco de magia que cambió meritocracia por dedocracia, bajando el nivel y dando alimento a las alimañas al acecho para saltarle al cuello; como el sexto ex ministro del Interior Mariano Gonzales quien se ufana de haber ingresado al gabinete como un Caballo de Troya para minar al gobierno desde dentro. Pobre lacayo indigno.
Poca o ninguna es la esperanza que le queda a Castillo para mantenerse en el gobierno luego del primer año que para él debió ser demasiado largo. La entrega negociada de su ex secretario Bruno Pacheco podría ser el peso final que hunda la barca, los carroñeros están a la espera de oír en que nota inicia su canto. Lo peor sería que saquen a Castillo por la puerta falsa y nos quedemos con el actual parlamento en el gobierno.
Nunca mostré mi conformidad con un adelanto de elecciones sin cambiar las actuales condiciones políticas porque sería más de lo mismo, pero todo indica que no quedan muchas salidas. Si Castillo estuvo comprometido con cualquier acto de corrupción, debería dimitir convocando, en un rezago de dignidad, a nuevas elecciones generales y enfrentar luego a la justicia. Va a ser difícil que lo haga, porque los cadáveres, no se dan cuenta que están muertos.