Raúl Vegas Morales
El Perú en su accidentada historia ha conocido de asesinatos y barbaries, cargamos con el peso de los muertos por la violencia que nos acompaña desde el inicio de la República, si dejamos para otro momento la época de la Colonia que fue una sangría permanente. La República no nos hizo libres ni independientes, desde el inicio se instaló como clase dominante la que estaba emparentada con los realistas.
La época del guano y del salitre creó una nueva casta de ricos que disputó el poder con los militares. Perú vivió un péndulo que iba del poder civil que tenía la oligarquía a las dictaduras militares. La última duró 12 años. Los primeros siete de Velasco fueron de reformas profundas y crearon la ilusión de que, por fin, había un gobierno que se preocupaba por las mayorías. Luego, Morales Bermúdez durante sus cinco años de gobierno se encargaría de desmontar las reformas de Velasco.
El segundo gobierno de Belaunde y el primero de García vivieron la asonada terrorista de Sendero Luminoso y el estado se comenzó a degenerar, la democracia quedó en un cuadro para ser visto de lejos mientras los muertos se fueron acumulando en la historia. 69 mil contó y testificó la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
El inesperado triunfo de Fujimori el año 90 generó el inédito tercer gobierno que nacía de elecciones, fuera del péndulo. Fujimori tuvo un congreso en contra que no le dejaba las manos libres, pero duró menos de dos años, hasta el 5 de abril de 1992 cuando se volvió a romper el sistema democrático y se instaló otra dictadura, en este caso, cívico militar.
El control del estado por el triunvirato Fujimori, Montesinos y el general Hermosa mostró lo peor de las dictaduras, el terrorismo de estado que asesinaba sin más juicio que el escaldado ánimo militar, la persecución a cualquier movimiento social mediante la acusación de terrorismo, los juicios abusivos mediante jueces sin rostro, con voces distorsionadas y miles de inocentes encarcelados, la persecución a enemigos políticos mediante la SUNAT y la ladronería sin límites, la depredación de los activos del estado en beneficio propio y otra nueva casta de millonarios.
Quienes ahora proponen el control militar plantean un golpe de estado, lejos de la voluntad popular, bajo el pretexto de que el poder civil no tendría la fuerza suficiente para calmar el actual movimiento social. Proponen tratar con las armas los reclamos, manteniendo la figura presidencial de Boluarte como un apéndice de los cuarteles.
Un control militar propone más muertes y el sometimiento de la sociedad civil por la casta militar, los 50 muertos de la gestión Boluarte sería solo el inicio. Son los peligros a los que nos lleva la incapacidad de los políticos que, en lugar de gestionar para el futuro, no miran más allá de sus narices, sus beneficios actuales y el poder transitorio que sueñan eterno. Los movimientos no se calmarán con represión, los reclamos si no son atendidos se seguirán embalsando. La explosión social podría mover los cimientos de la República y de esta frágil democracia.