Opinión/Lilia Valenzuela
Sorprendió la noticia de la visita de Dina Boluarte a Ayacucho, el lugar donde hace poco más de un año, a los pocos días de haber asumido la presidencia, fueron asesinados 10 ayacuchanos. Muchos se preguntaban cómo se atrevía a venir a nuestra región, ya que no hizo nada para evitar esas muertes y, más bien, premió a quienes dirigieron la masacre con ascensos y agregadurías militares en el extranjero.
Después de 13 meses de aquel trágico 15 de diciembre, la gente no olvida a sus muertos, y mucho menos sus familiares. Los casos siguen pendientes, esperando un debido proceso, pero parece que a las autoridades no les importa, ya que los responsables siguen en libertad, provocando ira y reacciones comprensibles pero, al mismo tiempo, cuestionadas.
Dina llegó, acompañada y seguramente convencida por el gobernador Oscorima de que Ayacucho la recibiría de buena gana. Sin embargo, la realidad demostró lo contrario: las víctimas exigen justicia, y Ayacucho está cansado de falsas promesas, de primeras piedras que quedan en el olvido, de expedientes aprobados por la fuerza, y de danzas de millones que benefician a unos cuantos y no a los que los usan para justificar esos presupuestos. Necesitamos líderes empáticos, gestores eficientes y, sobre todo, honestos y sinceros.
El día fue un completo espectáculo, con un protocolo inicial, personas probablemente llevadas por la fuerza, banderitas en mano y disfraces para el show. Al estilo de las presentaciones de Fujimori, se tenía también al “pikichon” quien cada vez que la gente lanzaba arengas contra Dina, él, megáfono en mano lanzaba loas a la presidenta. Como si estuviéramos en campaña, o tal vez pretendiendo tapar lo ocurrido el 15 diciembre..
Ruth Barcena, la viuda de uno de los asesinados, debe sentir un dolor inmenso y otros sentimientos que solo podríamos comprender si estuviéramos en sus zapatos. No dudó en increpar a la presidenta sobre la muerte de su esposo, y esto desencadenó en su detención. Esperemos que no quede indefensa, ya que ha chocado con el poder y necesitará el respaldo de buenos abogados.
Alberto Otarola cuestiona la violencia contra la presidenta. Aunque todos rechazamos la violencia, es válido preguntarse por qué Otarola no cuestionó ni rechazó la violencia cuando podría haberlo hecho durante su tiempo como Ministro de Defensa, con los asesinatos de 49 personas en el Perú.