Luis Larrea/Futuro y Opinión
No cabe duda que las próximas elecciones generales del 2026, en caso la actual Presidente llegue a culminar su mandato, resultará en una extensa papeleta de votación, pues a los 28 partidos ya registrados, se podrían sumar otros 19 cuya inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones está pendiente.
El incremento de partidos políticos en las elecciones generales ha sido permanente. En las elecciones del 2016 participaron 14 partidos y en la del 2021 lo hicieron 18, ahora de concretarse la inscripción de todos los partidos la sifra será de 47 partidos. Tal vez en lugar de boleta de sufragio se tenga un catálogo de teléfono, como aquellas recordadas páginas amarillas del siglo pasado.
La proliferación de partidos políticos se puede explicar desde varios puntos de vista:
- La creación de partidos políticos resulta un buen negocio, pues al ser en realidad una empresa electoral, los dueños de los partidos ponen las condiciones económicas que permitan la participación de personajes con poder económico y paguen determinada cantidad por figurar en los primeros puestos de las listas electorales. Asimismo, una vez alcanzada determinada cuota de poder, se buscan acuerdos y compromisos basados en intereses personales. Por ejemplo, el dueño de una de las universidades «chichas» y estafadoras de las educación superior como es el señor José Luna, dueño del partido Podemos Perú, y a su vez dueño de la pseudo universidad Telesup ha logrado desmantelar el trabajo de la Sunedu y generado las condiciones para la vueltaa los negocios de las universidades estafadoras de la educación superior. Otro ejemplo es el actual Presidente del Congreso que ha logrado una ley de impunidad para favorecerse con la prescripción de delitos por el solo paso del tiempo, la llamada «ley Soto». Así, la lista es extensa de cuanto han logrado estos grupos de poder ocacionales y todo gracias al funcionamiento empresarial de los «partidos políticos». Incluso los llamados partidos tracionales, como Acción Popular, no están excentos de éste mal actuar de los partidos-empresas políticas, motivo por el cual ahora sus «representantes» hacen de las suyas en el Parlamento. En igual situación se encuentran los partidos de derecha, centro y de izquierda. Al parecer todos sucumbieron a las reglas de mercado electoral.
- A falta de partidos estables y ciudadanía con identidad política, resultan los partidos-empresas una excelente ocasión de negocios. Por más pequeña que sea la empresa partidaria, resulta atractiva en contextos donde la polarización y atomización del sistema de partidos es muy grande. Así, los partidos-empresa pequeños jugarán un rol determinante en procesos de segunda vuelta, mediante alianzas y apoyos a determinadas candidatura, las mismas que se hacen a cambio de privilegios y beneficios.
- Los partidos-empresa tienen, a diferencia de los partidos estables, la posibilidad de adaptarse rápidamente al contexto y las tendencias. De esta manera pueden «reclutar» candidatos de moda, especialmente aquellos cuya popularidad provienen de escándalos mediáticos. Una rápida revisión de perfiles muestran que determinadas personas que han sido víctimas de delitos como el caso del «calato pegalón en Ayacucho» o el padre que en el 2011 buscó a su hijo desaparecido en el Valle del Colca, ambos resultaron elegidos; la primera al Parlamento y el segundo como Gobernador. En la lista de reclutados figuran deportistas, gente del espectáculo, empresarios y personas ligadas a los medios de comunicación. Los partidos-empresas no ejercen democracias internas, menos cultivan la identidad política. Son vientres de alquiler y actúan como cualquier empresa mejorando sus posibilidades de acceder al poder mediante el reclutamiento de personajes que marcan la tendencia de noticias y son populares.
- Como toda empresa, los partidos-empresas, se rigen por la ley de la oferta y la demanda. En un contexto donde no hay ciudadanía activa, caracterizada por una estable identidad política, sino por el contrario dominada por un electorado sometido a la compra de voluntades mediante los regalos y las promesas electorales, resulta un negocio redondo «vender» una propuesta de corto plazo y sometida a las tendencias actuales. Así, ni electores ni partidos-empresas asumen la responsabilidad del desarrollo del país. El corto plazo y la posibilidad de cambiar de «camiseta» cada vez que conviene resulta una fortaleza en la ley de la oferta y la demanda. Si los partidos-empresas venden mucho, es debido a que los compradores (electores y candidatos de ocasión) están dispuestos a pagar. Lo terrible de esta transacción comercial es que el país es condenado a seguir en el subdesarrollo.
- Los partidos-empresa tambien resulta ser un negocio lucrativo para los propios pseudo políticos, especialmente para las autoridades electas al Parlamento y los Cosejos Regionales y Municipales. Pues como no son parte de partidos estables y por que el sistema electoral así lo permite, el transfuguismo se ha convertido en la norma. Así, todo aquel que encuentra mejores opciones de satisfacer sus intereses individuales y grupales se desligan de la bancada o grupo parlamentario con la que llegaron al poder y conforma uno ajustado a sus intereses. De esta manera los partidos-empresa también cumplen con una cualidad importante del mercado neo-liberal, esto es de ser una objeto de cambio y recambio.
- La reciente modificatoria constitucional de eliminación de los movimientos regionales, es una práctica comercial y empresarial, ya que los partidos-empresas no quieren demasiada compentencia. Por su parte los movimientos regionales buscar dominar el mercado electoral a nivel de las regiones y departamentos. A modo ilustrativo diríamos que esta es una competencia entre grandes centros comerciales (partidos-empresa a nivel de nacional) y los ambulantes (movimientos regionales/departamentales). Todos quieren su parte de monopolio en el mercado electoral.
- Finalmente el bajo nivel educativo en todos los niveles, especialmente en la educación superior, genera una población electoral cautiva y sometida a la voluntad de los partidos-empresa. La participación electoral ha dejado de ser un proceso de análisis y reflexión, que permita asumir una responsabilidad en el desarrollo del país. Se ha convertido en un proceso de negociaciones individuales o grupales basadas en intereses ajenos y muchas veces contrarios a un estado constitucional de derecho. El ejercicio responsable de la ciudadanía activa, especialmente en procesos electorales, implica un proceso profundo de conocimiento y compromiso. A esta baja calidad educativa, se suma la cada vez más problemática participación de los medios de comunicación, quienes también buscan elevar sus ingresos, pues como todo negocio, hay una cadena productiva.
En estas condiciones, la fiesta para los partidos-empresa esta garantizada y posiblemente dure algunas décadas más. No es que sea pesimista, pero todo lo que se ha destruido en las ultimas décadas, incluída la calidad educativa, no es fácil de reconstruir antes de las próximas elecciones ni las que vendrán después. Es muy fácil destruir, lo difícil es construir. Bien suena el dicho que para quemar un libro se necesita fósforo y un imbécil que lo use. Al parecer en nuestra endeble democracia hay fósforo por todos lados y estamos gobernados por imbéciles (entiéndase desde la perspectiva de la democracia, pues para hacer negocios turbios no tienen nada de imbécil).