Felipe López Mendoza
Hasta hace apenas algunos años habían pueblos con costumbres detestables aceptadas como “normales”. Por ejemplo a las personas de raza negra se les reservaba buses diferentes al de los blancos; las playas eran separadas al de los blancos; los baños tenían letreros que indicaban: solo para negros, o solo para blancos. Y “naturalmente” escuelas, colegios y universidades donde no podían ingresar los negros.
¿Y esto pasaba en algún país del siglo XV o XIX? No, en pleno S. XX en África del Sur y estuvo en vigor hasta 1992 a costos altísimos de muertes, luchas, asesinatos y sobre todo, de la dignidad de todo un pueblo. Estas costumbres también eran normales en los EE.UU. de Norteamérica y fueron abolidas solo en… ¡1964!asta hace apenas algunos años habían pueblos con costumbres detestables aceptadas como “normales”. Por ejemplo a las personas de raza negra se les reservaba buses diferentes al de los blancos; las playas eran separadas al de los blancos; los baños tenían letreros que indicaban: solo para negros, o solo para blancos. Y “naturalmente” escuelas, colegios y universidades donde no podían ingresar los negros.
Y en Huamanga, en Semana Santa, ¿qué costumbre se ha degenerado hasta los niveles que hemos asistido la última vez? ¿Y cada año nos golpeamos el pecho, preguntándonos qué hacer? Sí, es nuestro famoso “Jala Toro”, costumbre que ahora solo sirve de estímulo, combustible, pretexto para que cierta juventud venga a Huamanga para divertirse con harta bebida alcohólica y con los asustados y torturados torillos. Entre las diversas medidas discutidas luego de la Semana Santa solo hemos escuchado algunos parches, como si esta costumbre fuera eterna, intocable.
¿Por qué no nos atrevemos a abolir esta costumbre? tal como en África del Sur, o, EE.UU. donde suprimieron la segregación racial, y como antes se hizo con la esclavitud o la Inquisición. La comparación puede parecer desproporcionada. Pero en el fondo se trata de costumbres que en su época parecían absolutamente normales, impensables de cambiarlas o abolirlas. Sin embargo, se hicieron los cambios.
Y aquí en Huamanga ¿por qué ni se piensa en esta alternativa? ¿Porque los comerciantes de cerveza se van a resentir? ¿Porque las elegantes damas o caballeros montados en sus hermosos caballos de paso se molestarían?
Ayacucho puede y debe atraer un turismo más responsable, que venga por la belleza de las andas de procesión, por sus iglesias y ese ambiente especial que rodea toda la Semana Santa. (Claro, sin los olores de orina que precedan a las procesiones). Se trata de cambiar hacia un turismo más positivo, más adulto, más religioso. Como merece nuestra bella Semana Santa. Además aportaría a la ciudad mayores ingresos financieros. Sin embargo, si continuamos con el Jala Toro, dicho turista vendrá cada vez menos y al contrario, cada año seremos invadidos aun por mayores cantidades de amantes del dios Baco.
Los hermosos caballos de paso podrían hacer sus demostraciones y figuras en la Plaza Mayor, antes de llevar el equivalente de un toro al asilo de ancianos y preservando el único espacio verde decente con que contamos, La Alameda. Estamos seguros que en pocos años habremos cambiado de visitantes y volveríamos a tener orgullo de contar con una envidiable Semana Santa.
Tenemos que atrevernos algún día a cambiar nuestros paradigmas, sobre todo los que hacen tanto daño a nuestra dignidad, ¿o ya la hemos perdido y nos conformaremos a lamentarnos cada año en medio de los perfumes que nos dejan los que vienen a tomarse unos tragos en la Plaza Mayor?