OPINIÓN Mario C. Zenitagoya B.
Ayacucho, denominado: ciudad de las Iglesias, por sus templos coloniales de estilo renacentista, barroco y mestizo, muy conocido en el mundo por su festividad de semana santa, grande en legado histórico, por la consolidación de la independencia Hispanoamérica del yugo español, cuna de grandes maestros artesanos, por ello la denominación: “Capital del Arte Popular y de la Artesanía del Perú”, por sus famosos retablos, mates burilados, cerámica, textilería, platería y filigrana, los famosos trabajos en piedra de Huamanga y las Tablas de Sarhua que son difundidos por el mundo entero.
El arte es el espacio incómodo y desde donde se ha discutido nuestra historia republicana, se ha puesto en debate la memoria para comprender críticamente lo registrado. El arte “nunca miente a diferencia de los políticos”.
Un artículo publicado en el diario Correo de Lima da una lectura tendenciosa sobre las Tablas pintadas de Sarhua, (donadas por una entidad norteamericana al Museo de Arte de Lima) señalándolas como “apología al terrorismo”. Una campaña orquesta por el mencionado diario y secundado por el congresista fujimorista Carlos Tubino quien en otro momento solicitara una “investigación” al Museo de la Anfasep, donde –según su inteligencia- se hacía “apología a sendero luminoso”, por lo que debía ser clausurada. Criterio fuertemente rechazado en el país y el extranjero. Muchos políticos o militares nunca podrán entender el arte popular.
Las Tablas de Sarhua , son mundialmente conocidas, por ser tablas pintadas a manera de pintura mural en miniatura, donde muestran costumbres de esta comunidad de la provincia de Víctor Fajardo. Son pequeñas descripciones, escenas cotidianas, folklore, etc. Lo realizan en tablas rectangulares o cuadradas y es muy cotizado por los visitantes y exportado al extranjero.
Son relatos que guardan una memoria y fueron los artistas populares –según Rodrigo Monyoya- los primeros en advertir al país el baño de sangre que inundaría el país. Los asrhuinos supieron guardar expresar a través del arte la confrontación entre S.L. y las FF.AA. y policial.
Cuando la Directora del Museo de Arte de Lima solicitó las Tablas de Sarhua que estaban en los EE.UU. se vino el cargamontón y acusaciones de “apología”. La ignorancia desde el Congreso, Fiscalía y otros nuevamente en tapete. Una sola mención o expresión representada ya es una apología. Miseria intelectual que busca eliminar la memoria. Para los de la DBA y seguidores los “paisajes” son arte grandioso. Hay gente no tiene ni idea de lo que es el mundo andino, que expresa su vivencia a través del arte popular (de pueblo) a diferencia del arte occidental.
Con mucho criterio la directora del MALI Natalia Majluf, manifiesta “que este caso revela la ausencia de criterios definidos y parámetros claros para evaluar el delito de apología del terrorismo. Sin estos instrumentos será imposible referirse a la época de la violencia. Y eso representa gravísimo para la memoria y para la reflexión sobre la historia reciente del Perú”.
Las piezas en mención no constituyen- según el MALI –apología al terrorismo y más bien están en línea con la política del museo de puesta en valor artístico de las tradiciones regionales. En este caso, reflejan acontecimientos reales que vivieron las comunidades ayacuchanas y que han sido plasmados en las obras de arte.
El historiador Pablo Macera puntualizó anteriormente sobre la construcción de la memoria campesina de la guerra con Chile en la sierra central, que utilizó los mates burilados de Mayocc (Huanta) y las llicllas bordadas y fiestas populares de los avelinos en el Valle Mantaro. Que diferencia entre el arte erudito y el popular
Las Tablas de Sarhua, aplaudidas en el mundo, es una forma para recuperar la memoria, a diferencia de la cultura “oficial”.
Llama la atención el silencio de las instituciones de Ayacucho ante este hecho. Paradójicamente son otras las voces fuera del entorno ayacuchano que ponen en alto la artesanía ayacuchana y reconocimiento a sus grandes artesanos.