Lincoln Onofre, Politólogo.
Amorosos gobernantes de turno bailan huaynitos,
se ponen ponchitos,
regalan caramelos a los cieguitos,
Que vacilón…
(Síndrome colonial)
El estancamiento del Estado (y de la economía), producto del enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo, devino en la materialización de la demanda popular a la que se sumaron diversos grupos políticos, gobernadores regionales y municipales: cerrar el congreso, con la esperanza de lograr un cambio. Así, el presidente Vizcarra, en un juego contra reloj logra disolver -legalmente- al congreso obstruccionista por puesta de mano en el último día hábil del mes de setiembre; al mismo tiempo, convoca a elecciones congresales para enero próximo. Festejo nacional.
Sin embargo, en este nuevo escenario no se vislumbran los cambios sustanciales que demandaba la población; por el contrario, se manifiesta la prolongación del estancamiento político y económico del país, a la par de una sociedad inquieta y expectante (63 % cree que el país sigue igual). Tal como refiere la editorial de Noticias SER (03.11.2019), la esperada renovación de la clase política peruana no llegará necesariamente en las elecciones de enero del 2020, debido entre otras razones a la indiferencia y la precaria institucionalidad de los partidos políticos; la pobreza de la oferta electoral y los intereses subalternos de un buen número de candidatos. Y es que los mismos partidos políticos que ayer demandaban nuevas elecciones y renovación, hoy consideran que estas contiendas los tomaron por sorpresa. Por tanto, no debe llamar la atención la relación de personajes que nos entretendrán con sus campañas, promesas, regalos y las típicas fotografías con niños, ancianos, mujeres y cuanta población se le ponga en frente.
La oferta electoral va desde ex candidatos y ex autoridades subnacionales cuestionados por diversos temas (entre ellas, por actos de corrupción o deficiente gestión); pasando por jóvenes activistas y militantes madurados prematuramente, casi a la fuerza, sin mayor recorrido ni conocimiento sobre la gestión pública y las funciones del congreso; hasta la compra/venta de números del bolo electoral. Estos ejemplos nos advierten que el siguiente parlamento será más de lo mismo, fragmentado, lleno de intereses subalternos; probablemente una suerte de obstruccionismo desde las minorías.
¿Cómo entender la participación de un asesor en la sombra del actual gobierno regional vinculado al fujimorismo y de una militante de los derechos humanos dentro de una misma fórmula política como la de Alianza Para el Progreso?
¿Es posible creer en las propuestas de un ex candidato a la alcaldía que plagió casi el 100% del plan de gobierno regional de Ucayali y prometió hidrovías y políticas para la población “no contactada” de Huamanga?
¿Cuál es la confianza que nos brinda Nuevo Perú, luego de sus trastabilladas alianzas coyunturales que provocó la renuncia de sus principales cuadros nacionales? ¿Cómo entender al Frente Amplio y sus candidatos que reflejan la distancia entre lo que se dice y se hace?
¿Qué garantía nos brindan los candidatos que en cada elección cambian de partido político?
Estos hechos demuestran que la ansiada renovación política solo está en el discurso de los partidos, mas no en la práctica. La configuración de las listas congresales advierte el eterno aplazamiento de la mujer en la actividad política; pues, solo cumplen con la obligada cuota de género y son pocos los casos donde alcanzan los primeros números del bolo. Del mismo modo, los partidos mantienen el doble centralismo; aquel digitado desde la capital, Lima y; el centralismo regional que se concentra en Huamanga. A la fecha, son escasos los candidatos provenientes de las diez provincias restantes con posibilidades de alcanzar una curul (tal es el caso de Ernesto Valdez que migra de APP a Somos Perú); sin embargo, los eternos ignorados se encuentran al sur, Lucanas, Parinacochas, Páucar del Sara Sara, Sucre, Huancasancos, entre otros.
Si bien todas las candidaturas son legales y legítimas, advertidos estamos que el nuevo parlamento se caracterizará por estar fragmentado, con representantes que tienen intereses subalternos; intereses que sin duda condicionarán las agendas importantes para el país en el corto plazo, tales como la elección de los miembros del Tribunal Constitucional, la reforma política, de la justicia, la propuesta de la bicameralidad parlamentaria, la reelección congresal, entre otros.
A este punto, cabe una pregunta: ¿Qué fue de los eternos políticos, asiduos candidatos a cuanta elección existan? ¿Por qué personajes como Urquizo, Molina, Neyra, Oscorima y otros, no participan de estas elecciones pese a contar con los recursos y la logística? La respuesta está en las contiendas del 2021. Nada es casualidad.
Así, todo indica que el estancamiento del país -y de la economía-, tiene para rato. Queda para el elector escoger (una vez más) entre este insípido menú, al “mal menor”; ese lastre que no nos permite progresar ni avanzar. Advertimos estamos.