Luis A. Larrea Morales
En el argot popular latinoamericano se tiene algunos sobrenombres para las nacionalidades, algunas tienen que ver con cuestiones racistas que no vamos a repetir en estas líneas, y otras como el hecho de que a los peruanos nos llaman “gallinas”. Pues históricamente estamos corriendo de un lado a otro para evitar conflictos serios y no asumimos una posición firme y consecuente. Este sobrenombre se traduce perfectamente al inglés “chicken” cuyo significado figurativo se refiere a la cobardía, algo que las generaciones jóvenes posiblemente conozcan. Y ahora que hablamos de una generación del bicentenario, conformada por jóvenes que dieron la impresión de despertar en las protestas del año pasado, pese a no tener una agenda política y sólo salir a las calles a reclamar por personajes de la política, surge la pregunta de que si por nuestros actos en una segunda vuelta electoral fortalecemos aún más el apelativo de “gallinas”.
Ahora que conocemos los resultados de las elecciones generales del 11 de abril y teniendo en cuenta el importante número de electores jóvenes surge la pregunta: ¿Y dónde están los bicentenarios que quería recuperar la dignidad del país? Me resisto a pensar que sean estos bicentenarios que han hecho que el expresidente Martín Vizcarra, sea el candidato más votado para el Congreso pese a todos los cuestionamientos y procesos judiciales en curso. O que sea responsabilidad de los bicentenarios el resultado de un Congreso fragmentado. Lo que pasó este 11 de abril fue la expresión de descontento, frustración por una clase política e institucionalidad pública carente de legitimidad, y lamentablemente parte de esta frustración la comparte los bicentenarios, situación que es preocupante toda vez que la esperanza de todo país, de toda sociedad, es su población joven.
De este “tacu- tacu” electoral surgieron dos candidaturas con posturas extremadamente opuestas, situación que es de vital importancia para la democracia, puesto que permite que el ciudadano informado y consecuente asuma una posición determinada. La ciudadanía peruana proclive a los escándalos y entusiasmada por historietas personales, léase chismes, se fija en las cualidades personales y la historia de los candidatos, especialmente de familiares o amigos, y descuida analizar situaciones claves. Primero, qué es lo que realmente proponen cada candidatura, segundo si estas propuestas son las mejores alternativas de gestión de la conflictividad y necesidad social, y tercero si existen las posibilidades de que dichas propuestas se materialicen. Los ciudadanos deben adoptar una posición mediante el derecho al sufragio y participar activamente por la materialización de la propuesta por la cual han votado. Pero como gustamos de los chismes, los escándalos y las poses mediáticas, lo que pasa es que el ciudadano sólo emite su voto y no se hace responsable de la propuesta política. Esta situación perversa ha hecho que los ciudadanos ya no votan en favor de algo o alguien sino en contra de algo o alguien. Así, se avizora que quien gane las próximas elecciones será la candidatura que menos anti-voto sume. Vivimos una democracia de restas y no de sumas, donde las mayorías no son mayorías sino una suma de restas, de ciudadanos que no quieren ser parte de una determinada propuesta política.
En lugar de analizar las propuestas y sus posibilidades de materialización se inundan las redes de noticias viejas, antecedentes que si bien son importantes conocerlos pero que de ninguna manera pueden sustituir al análisis del presente y el futuro que queremos. Por un lado, se tiene la propalación de información de los años 80 y 90 del siglo pasado, que acusan a ambas candidaturas de sus orígenes cuestionables. Repito la historia es importante pero no podemos gestionar los problemas actuales y del futuro con noticias pasadas, el mundo cambia y en ese cambio el ciudadano debe asumir una posición frente al presente y de cara al futuro, no refugiarse en noticias del pasado. El rescate de nuestra democracia y por ende de nuestra institucionalidad pasa por asumir una posición y hacerse responsable de su materialización mediante el ejercicio permanente de ciudadanía y no simplemente mediante el voto, y menos aún si el voto es en contra de algo o de alguien. El futuro de un país se construye con decisiones y participación permanente, aquí no hay espacio para la suerte o las casualidades.
Una parte del descontento se quiere manifestar mediante la promoción de votos blancos o nulos. Desde mi punto de vista la presencia de votos blancos o nulos representan la cobardía ciudadana. Llegada la hora de asumir una posición, ahora que por primera vez en la historia republicana del Perú se tiene en la mesa electoral dos propuestas extremadamente opuestas, una que plantea reformas profundas del estado y otra que busca preservar el modelo vigente, se tiene la oportunidad de asumir una posición histórica. Quienes siempre se quejan de la injusticia o la falta de atención por parte del estado, tienen la oportunidad de generar este cambio anhelado. Por otro lado, quienes consideran que no hay necesidad de reformas profundas y que se debe mantener el modelo vigente, tienen la oportunidad de confirmar dicho modelo. Votar en blanco o nulo es un autoengaño y repito una cobardía, pues los problemas sociales no entran en receso sólo porque uno vota en blanco o nulo. Los votos blancos o nulos no solucionan nada y no pueden parar el tiempo. La vida continua con sus problemas y desafíos, y votar en blanco o nulo es taparse los ojos y los oídos frente a una realidad angustiada por la espera de mejoras. No asumir una posición firme y esperar que la suerte y el destino nos depare un mejor futuro por arte de magia, sólo cabe en los deseos celestiales más allá de la vida terrenal.
Informarse y asumir una posición consecuente es la obligación de todo ciudadano responsable. No dejarse llevar por propagandas de miedo o insinuaciones de voto como la que plantea el ilustre Premio Nobel Vargas Llosa, quien desde su cómoda estadía pretende dirigir los destinos de un país cuyas miserias y necesidades no las vive día a día. Como peruano que radica en el extranjero hace casi 20 años rechazo la intervención en la decisión de un pueblo que sufre de necesidades y busca construir un país más próspero. Seremos siempre peruanos estemos donde estemos, pero eso no nos da derecho a insinuar determinado voto sobre quienes sufren las consecuencias de gobiernos corruptos e instituciones incapaces. Prefiero pagar una multa por no votar en lugar de participar en un proceso cuyos resultados no me afectan directamente y mucho menos insunuar un voto en determinado sentido. Ha llegado la hora de asumir una posición y ser parte de la construcción del Perú. Analizar las propuestas, sus niveles de efectividad y posibilidades de ejecución son la clave, no recurra a los chismes o historietas de barrio, pues se deben concentrar en lo que se tiene actualmente. Esto es como una competencia de futbol donde los jugadores actuales y sus habilidades harán que con el soporte de la hinchada, que son los ciudadanos, logren los objetivos esperados. Sería un absurdo buscar la clasificación del próximo mundial hablando todo el día de glorias pasadas como la selección mítica de México 70, lo pasado es pasado y lo que importa son las condiciones del presente. Como dice una de las canciones de Silvio Rodriguez: la cobardía es asunto de los hombres no de los amantes, los amores cobardes no llegan a historias.. . Si tiene sentimientos por su país, se golpea el pecho cuando ve jugar a su selección o se enorgullece de las maravillas y la comida peruana, pues no sea cobarde en las elecciones, adopte una decisión y sea consecuente con la misma, pues ciudadanos cobardes no hacen historia.