Politólogo Lincoln Onofre
Hace pocos días, el investigador social Sinesio López declaraba sobre el plagio de la Tesis Doctoral de César Acuña, candidato a la presidencia y dueño de APP: “El plagio es un asunto académico que poco o nada interesa a los de abajo. Los académicos exageran cuando creen que su pequeño y privilegiado mundo es el mundo de todos (…) A los electores que se ven retratados en él, les interesa un comino el plagio.”
La reacción de periodistas y articulistas como Patricia Del Río, Gustavo Faverón u otros ciudadanos no se hicieron esperar. La primera considera que Sinesio “subestima tanto a ‘los de abajo’ que se asume que son tan elementales que no entienden lo que es una estafa, lo que es un engaño, lo que es una burla”; mientras que para Faverón se pretende “levantar ese muro divisorio en el que ciertos problemas morales importan a una élite y no son relevantes afuera de ella. Y es especialmente patético que alguien sostenga, sin asomo de vergüenza, que ‘los de abajo’, es decir, los pobres del Perú, no se plantean problemas morales en el ámbito intelectual.”
No se trata pues de subestimar o construir un doble muro: el de pobres y ricos o el de intelectuales y… pobres(¿?). Sinesio proviene de ese lado del muro, el de los pobres: “Recién a los diez años vio por primera vez un carro. Ocurrió cuando se trasladó de Morropón a la ciudad de Piura porque debía estudiar la secundaria” (La República. 01.01.2005); que no llegó a ser rico pero sí un intelectual; ocupó cargos públicos, construyó y dirigió la Biblioteca Nacional y ha dedicado su vida a la academia; alguien con quien puedo discrepar ideológicamente pero no desmerecer su aporte a nuestra nación.
Pero volvamos al origen de la discusión. El plagio y la corrupción forman parte de nuestra cultura popular, no distingue ricos de pobres, élites o plebeyos; políticos o ciudadanos de a pie. Plagiar un plan de gobierno como lo hizo el APRA no tuvo consecuencias negativas en sus militantes ni en esa derecha con la que se alió; Keiko Fujimori es favorita en estas elecciones pese a que durante su tibio paso por el congreso de la república se apropió del proyecto de ley del Mecenazgo Cultural cuya autoría fue de la congresista Luciana León. No hay sanción para nuestros docentes universitarios que se apropian de los trabajos de investigación de sus alumnos y no los reconocen como tales. ¿Existe acaso una carga moral o de remordimiento en nuestros universitarios cuando presentan un trabajo de ‘investigación’ que se reduce a un “Ctrol C + Ctrol V” de Wikipedia o el azar que Google nos muestra?
Es tal la complicidad sobre el plagio que los candidatos al congreso se gastan en discursos de reforma educativa; pero sonríen, callan o defienden por la fuerza el evidente delito del señor Acuña, mientras que los simpatizantes y seguidores gritan tanto como pueden para disimular u ocultar estos hechos. En este punto retomo la frase de Sinesio y pregunto a los ciudadanos, a los lectores: En verdad, ¿Les interesa el plagio?
¿Y por qué se refirió a ‘los de abajo’? Sinesio puntualizó que este tema no es de interés de los electores que se ven retratados en César Acuña. Contrastemos esas declaraciones con los resultados de las encuestas. Acuña tiene un respaldo de los sectores populares: C, D y E. El plagio tampoco interesa a los sectores A y B; pero APP no tiene lugar en este sector. Las encuestas posteriores desmentirán lo que se escribe en estas líneas si existe una relación entre el escándalo del plagio y la disminución en el apoyo a Acuña.
¿Qué viene? Luego del plagio viene la manifiesta complacencia hacia la corrupción. Pero este tema será motivo de un artículo posterior.
Disculpen la franqueza.